Para ayudarnos a recordar, y gracias a la gentileza de Edgar Llanos, quien el 22-agosto-2016 muy gentilmente nos compartió esta valiosa fotografía de inicios del año 1980, tomamos entonces como patrón de referencia para ilustrar algunas características y anécdotas de la época, afines con el relato que venimos haciendo.
Como es usual con el manejo del texto para ilustrar sobre los participantes en un evento social que destaque por su importancia, la identificación de los personajes la hacemos empezando por quienes estamos de pie, siguiendo el orden de izquierda a derecha, continuando luego con las hermosas damas que están sentadas.
Cofundadores y grupo de transición entre las dos Aseguradoras
[1] Nelson Jaramillo Restrepo, con su único “traje de gala” (y de diario…), de moda caduca, solapas voladoras cual “alas de ángel guardián”, chaleco de bolsillos falsos y enorme corbata luciendo con orgullo los alvéolos de una Colmena pero, prenda ésta con una anchura tal, que requería atarse por detrás con un gancho de brassier y una banda elástica.
Al igual de lo que sucedía con el “traje de gala” y la corbata, pasaba lo mismo que con el cinturón de vaquero, no tenia sino dos: “éste y el otro que era éste mismo”.
Afortunadamente para la foto alcancé a ocultar con la base del chaleco la enorme chapa mexicana del cinturón y, la silla del frente, providencialmente evita que aparezcan las “botas campana” del pantalón. En fin, pero a pesar de eso, sobrevivimos!!!
[2] Alejandro Moreno Álvarez, principal coordinador y eficiente gestor de las primeras pólizas de Vida Grupo y Seguros Colectivos.
Venía de un “régimen dictatorial” bajo el mando de Francisco Deruggiero ( no estoy muy seguro de la ortografía con este apellido) y Raffaelle Tiano, ambos de origen italiano, Gerente General y alto directivo de la Granadina de Seguros (si no estoy mal), respectivamente.
Como característica inicial que nos recuerda el impacto sicológico del régimen de esclavitud señalado, es que el pobre “negrito” durante varios meses no se atrevió a desabotonarse el saco, no importando las inclemencias del tiempo y el calor reinante en varias oportunidades dentro de la oficina.
Afortunadamente “el negrito” superó rápidamente el traumatismo y el inicial deseo obsesivo por enclaustrarse, evitar cualquier contacto con el alcohol y radicalizar su voto de castidad, culpa también de su imán para encantar al sexo opuesto, se fue transformando, permitiéndole disfrutar de múltiples experiencias, algunas de ellas injustamente marginadas por la censura, impidiéndonos su narración acá.
[3] Carlos Alberto Olaya Arboleda, tercero de izquierda a derecha, a quien desafortunadamente la tonalidad monocroma de la foto, no permite apreciar en toda su magnitud las largas patillas de prócer patriota republicano y el bigote poco poblado con resplandecientes destellos rojizos, que él lucía con tanto orgullo.
Olaya, para quien, no importándole en absoluto su trato muchas veces irreverente pero nunca mal intencionado, con el uso y abuso de sus vocablos populares “rolos” pero, con su característico entusiasmo y ritmo para trabajar incansablemente como una hormiga, logró apoderarse rápidamente del podio como campeón local en el mundo del reaseguro.
Además, este ejemplo de Olaya impacta rápida y positivamente al pequeño, pero altamente eficiente y motivado equipo de trabajo, para que estrategas como Fabio Colmenares Triana quien se subió de inmediato al podio como subcampeón en este retador mundo del reaseguro, secundado por un inolvidable conjunto, ya no solo de colaboradores, sino de amigos totalmente comprometidos con su misión y cuyos nombres, por las limitaciones de espacio que impone Facebook, iremos haciendo aparecer en escena paulatinamente.
Ya dijimos antes que el Doctor Botero fue el autor intelectual de la Reaseguradora local, pero, de otra parte, Carlos Alberto Olaya y Fabio Colmenares se constituyeron en los principales autores materiales y con el apoyo de este par de líderes y el magistral manejo hacia su equipo de trabajo, nos permitieron el nacimiento real de dicha nueva y trascendental empresa interna.
[4] Bernardo Leaño, director del Departamento de Logística, Distribuciones y Encomiendas, injustamente llamado en otras instancias como “Mensajería”, igualmente aportó desde el primer día todo su entusiasmo, diligencia y buena voluntad, para cumplir con una misión de enorme importancia que muchas veces se subestima y hasta se estigmatiza sin razón.
Para el día de su matrimonio, amablemente invitó a algunos de nosotros.
En la recepción familiar, nos permitieron compartir una de las lechonas más grandes y exquisitas que he conocido y probado en mi vida, junto con cerveza “ventiada”. Entonces ¿Cómo olvidar esto?
[5] Hernán Marulanda Echavarría, mi jefe directo. Como sus apellidos lo indican, “paisa” descendiente de familia antioqueña “por punta y punta”.
Con su personalidad encantadora, lograba extraer de sus pupilos las habilidades y fortalezas más ocultas y ponerlas a funcionar en pro de los diferentes retos y metas, por difíciles e imposibles que parecieran.
Al igual que a varios de nosotros, le encantaban las fiestas de la “Familia Colmena” y con su natural sencillez, se hizo querer de todos los funcionarios al tratarlos con igual delicadeza y consideración, despojándose muchas veces de su investidura como vicepresidente y segunda autoridad al mando para no solo hacer sentir bien a todo el mundo, sino también aplicar una muy efectiva fórmula de persuasión.
Obviamente también, en estas esporádicas ocasiones de fiesta familiar improvisada que invitara al baile, se destacaba el Doctor Marulanda con un paso único que patentó, consistente en una cadena de pequeños saltos, similares a los que dan los jugadores de basquetbol, pero con los codos pegados al cuerpo y un batir lateral de sus manos, lo que hoy en día podría asimilarse a una especie de “dron humano”.
[6] Bernardo Botero Morales, el gran jefe, de quien ya hemos destacado antes sus muchas y enormes virtudes, no solo por su sapiencia como maestro, sino también por sus habilidades como estratega reconocido internacionalmente.
Pero como si esto fuera poco, en las escasas oportunidades que José, su conductor privado le permitía, haciendo alarde de sus innegables condiciones como piloto de fórmula uno, le encantaba conducir desbordando límites extremos de velocidad.
En cierta ocasión, desplazándose por la carretera que de Facatativá conduce a Sasaima con el fin de asistir a una reunión de gerentes convocada por él a realizarse en el centro vacacional de Compensar, pasó algo inesperado y de altísimo riesgo…
Habiéndole concedido a José unas breves vacaciones durante los tres días que duraba el encuentro de gerentes, quiso el Doctor Botero aprovechar la oportunidad para realizar su práctica deportiva, con tan mala fortuna (o mejor buena fortuna, pues no pasó a mayores), que luego de una curva cerrada, nos contó él, se encontró con una enorme roca atravesada en la carretera que no alcanzó a esquivar, estrellándose de frente contra dicho obstáculo.
Consecuencia de este accidente, se golpeó la nariz contra el timón. Pero su sentido del deber y férrea disciplina estuvieron por encima del insoportable dolor y, como pudo, se las ingenió para llegar a Sasaima a tiempo e inaugurar el encuentro.
Naturalmente que tan tremendo golpe tuvo consecuencias y su apéndice nasal se inflamó, adquiriendo una proporción de tamaño bastante significativo.
Pero he aquí que, un trio de personajes tan irrespetuosos e irreverentes, haciendo uso (o abuso) de la confianza depositada en ellos por el gran jefe, se pusieron de acuerdo y bautizaron transitoriamente al Doctor Botero, haciendo caso omiso de su seriedad y el enorme respeto que infundía, como “¡¡Pinocho!!”.
Y como yo nunca me comprometí a guardar el secreto sobre la identidad de estos tres autores intelectuales y materiales de semejante ofensa, los pongo acá en evidencia de manera pública. Ellos fueron: Roberto Santa María Botero (Q.E.P.D, mi inolvidable y gran amigo), Samuel Botero González (alias Samuelito) y Fernando Sanint (alias el Loco Sanint), también entrañables y por siempre queridos amigos.
[7] Pedro Neira Baena: Si Hernán Marulanda era la “mano derecha” del Doctor Botero, Pedro Neira era la “mano izquierda”, o mejor aún, “la otra mano derecha”.
Desempeñando un cargo fundamental, de nivel vicepresidencial pero denominado como “Contralor”, Pedro Neira tuvo bajo su responsabilidad el diseño, la construcción y la permanente supervisión de la columna vertebral de las dos compañías principales (Aseguradora Mercantil y Seguros Colmena), representada en las fundamentales actividades de lo enmarcado como el “backoffice” de la operación.
Tras sus características timidez, sencillez y permanente amabilidad, rápidamente pudimos constatar su enorme habilidad con los números, estuvieran estos relacionados con cualquier campo: contable, tributario, financiero, matemático, estadístico y creo que hasta astrofísico. Era en síntesis un verdadero científico. Pero…
Sus atributos no se restringían a estos. Cuenta además con una espectacular y lindísima caligrafía, enviándonos claras señales sobre sus habilidades artísticas que, por lo menos yo, no supe identificar sino hasta haber transcurrido una buena cantidad de años después, cuando, por ejemplo, siendo compañeros de trabajo en Colseguros, pude apreciar la calidad de sus dibujos y sus elevados conocimientos sobre el arte de la caricatura.
Nota al margen: Si les interesa, con gusto podría compartirles por este medio la caricatura que mi buen amigo Pedro realizó de mi rostro cuando ya no tenía barba sino solo un poco poblado bigote que, durante algunos años me sirvió de entretención inconsciente, intentando hacerme trenzas con él.
Volviendo a Pedro Neira, fuera de todo lo anterior, su agilidad mental extraordinaria, le permitía proyectar su peculiar pero atractivo sentido del humor, con múltiples apuntes graciosos en el momento oportuno que le brindara cualquier ocasión que no desperdiciaba.
[8] Enseguida de Pedro Neira aparece en la mencionada foto, Fernando Hincapié y , No! No es una peluca!, es su cabello abundante y natural, con modelo estilista de la época.
Facilitador y artífice fundamental de las primeras pólizas de autos, seguros generales y fianzas de cumplimiento.
Mi “mano derecha” para los trabajos de cotización de negocios, inspección de riesgos y otras labores complementarias y necesarias, en adición a los borradores sobre papel con las liquidaciones que servían de guías para la expedición en equipo colaborativo, fuera de otros “trabajos menores” de índole técnico administrativo, necesarios también.
Acuño y patentó una costumbre, consistente en que todo lo que se saliera del común y de lo rutinario, tapándose la boca con tres dedos de su mano derecha, y en medio de una breve pero sonora risa, lo calificaba con el apelativo: <…mas raro que un perro a cuadros…>.
[9] A continuación encontramos a “José”, el famoso conductor del Doctor Botero.
José, además de ser un hábil piloto que logró superar las pruebas de aptitud que le aplicó el gran jefe, adobadas con el reto que le impuso habida consideración de las expertas habilidades que mencionamos antes, contaba también con cierto atributo, difícil de encontrar en otra persona…
José, ¡¡se comunicaba por telepatía con el Doctor Botero!!
Aprendió a identificar y diferenciar los sonidos que salían de la oficina del gran jefe, para darle prioridad a los que indicaban que el Doctor Botero requería de sus servicios.
Todavía sigo convencido que a José le instalaron en algún momento de su vida, un “chip” distinto y una batería de alto voltaje, que él magistralmente sincronizaba y, luego de la conexión telepática con el gran jefe, saltaba “como un resorte”, no importando la distancia a la cual se encontrara en ese momento, ni la actividad dentro o fuera de la oficina que estuviera desempeñando.
Reconociendo su sencillez, amabilidad y buena voluntad, también le caracterizó este afortunado poder sobrenatural de la telepatía que mencionamos antes.
[10] Y al personaje enseguida de José, le pedimos el favor que se agachara un poco para que pudiera salir en la foto.
Por esa razón se dejó crecer un poco más el pelo, para poder amortiguar en algo los golpes que continuamente se daba en la cabeza.
Se trata nada más y nada menos que de Mario Fernández (¿?), alias “El Brujo”, quien con sus dos metros de estatura desastilló todos los marcos en madera de las puertas.
Desempeño el cargo de Asistente de Pedro Neira, apoyando el desarrollo de labores del BackOffice.
Personaje sumamente gracioso, “tomador de pelo”, con una filosofía de vida despreocupada y a quien nada le inquietaba, fuera de realizar eficientemente su trabajo.
Pero adicionalmente a lo anterior, tenía algunos gustos un poco contradictorios.
Por ejemplo, cuando tomó la decisión de invertir parte importante de sus ahorros en un vehículo particular, le dio por comprarse un diminuto automóvil SIMCA, como el que se aprecia en la foto, con la convicción que como este auto tenía el motor en la parte de atrás, se podría acomodar bien y estirar las piernas para poderlo manejar.
¡¡¡Pero, Oh sorpresa!!! Después de haberlo adquirido, se percató de que tampoco cabía su gigante cuerpo. Y si doblaba al máximo las piernas, tenía que doblar la cabeza, posición totalmente incómoda y peligrosa.
Pero, como buen “Brujo”, además de la fama difundida por algunas lenguas “chismosas” respecto a que él sabía leer las líneas de la mano, las brasas del tabaco y los “cunchos” de café, nunca le faltaban las ideas luminosas.
Entonces modificó la estructura de este diminuto vehículo, ¡¡¡quitando la silla del conductor y sentándose en la silla trasera!!! Así superó ingeniosamente el problema y pudo ser feliz manejando a su antojo a su consentida adquisición.
[11] Félix Mulford Carbonell, abogado Javeriano y costeño de nacimiento, desde el primer día hizo demostración de su dinamismo y empeño, no solo por cumplir la enorme tarea asignada, sino también al recorrer “el kilómetro extra” en pro de la Familia Colmena y nuestra naciente aseguradora.
Con una experiencia similar a la sucedida con el área de Reaseguros, siendo el Doctor Botero el “papá” de la idea y por ende su gestor intelectual, Felix se constituyó en su primer y principal alfil a manera de pilar fundamental para el nacimiento del Departamento de Indemnizaciones.
Además de estratega con la aplicación especializada de la jurisprudencia en el específico sector de los seguros, Felix siempre fue (y posiblemente continua siendo) un excelente deportista.
Además de incansable atleta gimnasta, practicante virtuoso e incansable con disciplinas deportivas tan variadas como el basketbol y el fútbol, por lo menos para la época a que nos referimos, incursionó de manera destacada como beisbolista, volleybolista, tenista, maratonista y creo que hasta paracaidista!!
En adición, enriqueció oportuna y acertadamente el ambiente laboral, con su incondicional amistad, camaradería, dichos, acentos y alegría costeños.
Las hermosas cofundadoras
¡¡Y ahora sí, llegó el turno para la identificación de las inolvidables representantes del poder y bello sexo femenino!! Siguiendo también el orden tradicional de lectura en el mundo occidental, de izquierda a derecha, aparecen:
[1] Yolanda González. Secretaria asistente del doctor Marulanda.
Bellísima mujer de nariz respingada y rasgados ojos soñadores, herencia posiblemente de algún escurridizo gen ancestral de origen oriental.
Indiscutiblemente la representante mejor vestida y maquillada del equipo femenino.
Cuando, atendiendo alguna tarea asignada por su jefe, nos visitaba a los “tercermundistas del ala sur” del edificio APA, hacía gala de su virtud innata para desfilar cual modelo famosa, contoneando sus generosos y bien distribuidos atributos físicos, luciendo el traje destacado para la ocasión, esparciendo además la estela y aroma de los costosos perfumes que usaba.
Pero todo lo anterior, no aminoraba en lo absoluto, su delicado, respetuoso y amable trato, enriquecido con la sonrisa que siempre le acompañaba.
[2] Siguiendo el orden indicado antes, surge Amanda. Bellísimo exponente del sexo femenino, de tez trigueña, con una hermosa y abundante cabellera de tono altamente oscuro, casi negro, enriqueciendo todo el conjunto de sus hermosas facciones, la destacada facilidad para sonreír, y el trato dulce y amable que siempre le ha caracterizado.
Poco tiempo después, otro compañero y entrañable amigo, el ejecutivo Alberto Arciniegas Rivas, cayó en las redes de los encantos de la dulce Amanda, y haciendo uso de sus habilidades conquistadoras, al fin la logró convencer para que se convirtiera en su esposa.
[3] Aparece ahora en escena, la inolvidable María Helenita.
Acá hago una breve pausa para compartirles una breve nota al margen: en congruencia con mi actividad como modesto caficultor, cuento con un par de certificaciones del SENA que me habilitan como “Barista”. Esto en cristiano quiere decir, conocedor de diferentes métodos para la preparación del café.
Pero siempre he mantenido presente que una de mis primeras mentoras e inspiradoras sobre este arte de la preparación del café, fue María Helenita. Y por ello quiero seguirle rindiendo un tributo de admiración por su dominio de tan importante don.
Partiendo de la base que solo contaba con el mínimo posible de elementos y equipo para la preparación de nuestra bebida emblemática, “hacía magia” para lograr un exquisito café, con la mezcla y temperatura que solo obtienen los grandes profesionales, facilitándonos su degustación en el momento preciso que lo esperábamos y necesitábamos.
[4] Sigue en la fila de quienes están sentadas, Janeth Carrasco.
Lo que le faltaba de masa muscular, le sobraba en entusiasmo, don de gentes, amabilidad, creatividad y diligencia con la importante misión que desempeñaba.
En muchas organizaciones esta labor se ha identificado como una simple (en apariencia) “Recepción”, asimilándola a las telefonistas de antaño que, recibían llamadas y, atendiendo instrucciones de su interlocutor, conectaban cables en un tablero vertical, similar al del antiguo juego infantil de la “Batalla Naval” pero, con dimensiones mucho más grandes.
Pues resulta que para Janeth este reto no satisfacía suficientemente sus aspiraciones reemplazando simplemente los “pluts” de enchufe físico por teclas de un conmutador telefónico.
Entonces se dio a la tarea de transformar su cargo con un nuevo enfoque multidisciplinario. Así entonces, además de la telefonía, nos ayudaba a expedir pólizas, a coordinar labores de mensajería, a apoyar la preparación de eventos sociales y otras varias actividades adicionales.
Supo así convertir inteligentemente lo que en otras muchas organizaciones se relega a un trabajo rutinario y de opaca trascendencia, a un área multifacética aportante de mucho más valor.
Y esto obviamente, no depende tanto del libreto impuesto por las organizaciones, sino de las aptitudes y la iniciativa aplicada por las personas que desempeñan este oficio, en donde se destacó especialmente Janeth.
[5] Y acá si, ¡¡¡AUXILIO!!! Queridos lectores, pues se me escapa el nombre de quien fuera la secretaria y asistente de nuestro científico de los números, el entrañable Pedro Neira.
[6] Ja! ¡Y ahora no llegó casi nadie!
Nada menos que mi inolvidable “Campanita”.
¿Qué por qué la llamábamos así?, pues sencillamente por su nombre: sabemos que el español y el inglés, en forma similar a muchos otros idiomas, parten como variantes de una misma raíz de lenguaje latino. O sea que en el caso de ella se daba perfectamente la fusión de ambos orígenes.
Y de allí nació el nombre oficial con que la bautizaron sus padres: “It’s a Bell” Lo que pasa es que, por esa cuestionable costumbre nuestra de abusar de las contracciones, la llamábamos coloquial y simplemente como “Isabel”, siendo esto totalmente incorrecto.
Sin perjuicio de lo anterior, Isabel Daza Amaya, más que mi secretaria, mi mano derecha para infinidad de labores logísticas y personales, se identificó siempre por su dulce carácter y su enorme paciencia y comprensión, para asumir y atender los múltiples retos y hasta caprichos del suscrito.
Trabajaba y se movía “como una incansable hormiga”.
Desarrollamos en conjunto un peculiar lenguaje de señas, entre las cuales recuerdo uno que llamó la atención a muchas personas, consistente en que, para satisfacer mi hábito del alto consumo de agua pura, en muchas ocasiones yo me paraba bajo el marco de la puerta de mi oficina y, adoptando una pose de “torero pobre”, ponía mi mano izquierda en la cintura, y decía en voz alta: <It’s a Bell…>, para llamar su atención.
Y cuando ella me miraba, alzaba mi mano derecha hacia el cielo, extendidos el pulgar y el dedo meñique, y contraídos los tres dedos centrales, realizando una simulación de necesitar beber de una “bota” como la que se lleva a las corridas de toros, posiblemente influenciado por mi afición de aquella época.
Tan bien nos funcionaba esta peculiar seña (además de otras varias), que en medio de mi “descaro”, hacia uso de ella indiferentemente del lugar en donde estuviera reunido.
[7] Y en último lugar de la fila, pero no por ello menos importante, sale al escenario la inolvidable “FLORECITA”
Secretaria y asistente del Gran jefe “Pluma Blanca”, llamado en varias oportunidades así por parte de algunos irreverentes pupilos suyos, refiriéndose no solo a la más importante investidura como líder que por derecho natural había logrado, sino también a las canas que incipientemente comenzaban a aparecer, en demostración de la rebeldía, no solo de sus prolíficos pensamientos.
Por estas y otras razones, el Doctor Botero necesitaba tener a su lado una persona de total confianza y que estuviere a la altura de sus exigentes requerimientos.
No recuerdo un solo episodio en que Florecita hubiere perdido la compostura o se pusiere de “mal genio”. Ella no solo “vivía en paz interior”, sino que la irradiaba y contagiaba a todo aquel que tuviese un contacto, así fuere solamente visual, con ella.
Acercarse y hablar con Florecita, era darse la oportunidad de ingresar a una especie de oasis, para compartir, no solo sus sabias y oportunas manifestaciones o pensamientos, sino también para recibir una dosis de la paz y tranquilidad que generosamente prodigaba.
Algunas anécdotas que destacan por qué fuimos una empresa distinta
¡¡No se la pierdan!! (parte 5 de esta miniserie)
Publicación ISAN-0041-190324 – AgroEscritor