Con base en las remembranzas de la Familia Valdivieso, descendientes del matrimonio español Posteguillo del Castillo, logramos encontrar esta imagen que se acerca muchísimo al portal principal de la Casa Posteguillo, en el siglo XIX.

(Primer episodio)
Prólogo del Editor
La novela costumbrista colombiana se caracteriza por retratar y describir las costumbres y los tipos sociales del siglo XIX, buscando la identidad local y la pertenencia en un contexto de cambio histórico entre lo rural y lo urbano.
A menudo se vincula con el romanticismo y el naturalismo, mezclando idealización y realidad, y puede incluir una perspectiva crítica de la sociedad de la época, así como un uso de lenguaje regional y localismos.
En la novela corta que tengo el honor de entregarles a continuación, titulada “Fresa y Chocolate”, confluyen varias características clave que me han permitido clasificar este entretenido y altamente ilustrativo relato, como enmarcado en el género denominado como “costumbrista”, pues hace un retrato de la cotidianidad, destacando aspectos de la vida diaria, los tipos y costumbres de un par de lugares específicos: la costa del norte caribeño en Colombia, concretamente en lo que se conoce como “región samaria”, ubicándonos en la época posterior a la “Era Colonial”, a principios del siglo XIX.
Pero también nos ofrece un interesante contraste, trasladándonos a la actualidad, en pleno siglo XXI, compartiéndonos una muestra de un meritorio y altamente lucrativo emprendimiento, implementado en el sur de Estados Unidos, “nuestro rico vecino del norte”, por parte de una familia, clase media, de origen netamente latinoamericano, quienes con orgullo reconocen su origen mestizo, al mezclar sangre española con la indígena de la Guajira colombiana.
Pues resulta que esta familia samaria, visualiza la discriminación racial de que fueron objeto al radicarse en dicho país (USA) atraídos por el imán del teórico “gran sueño americano”, no como un problema, sino como un reto.
Y en vez de deprimirse y darle cabida a la frustración, le dan acogida a una visualización inspiradora, conciben, por consenso familiar, una idea, basada en parte de las enseñanzas transmitidas de generación en generación a través del canal “más rudimentario” pero de enorme eficacia cuando se ha sabido hacer bien, como es la comunicación verbal, el sistema “voz a voz”, utilizado por sus ancestros.
Arranca acá entonces, la segunda parte de la novela, dejándonos no solamente un ejemplo real sobre el fruto de la persistencia, la fe y la visión emprendedora que empezó como una angustiosa solución para atender las necesidades básicas de supervivencia, pasando a convertirse en una próspera empresa que no da abasto para atender la creciente demanda de los productos agrícolas que ellos cultivan, dentro de un disruptivo y novedoso concepto conocido como la “granja móvil”, según se describe dentro del texto que a continuación ponemos a su disposición.
Con la convicción que esta narración no solamente les entretendrá, sino que motivará su interés para complementar el conocimiento académico y, por qué no, incentivarles a que “copien” y construyan su propio emprendimiento familiar.
De verdad que vale la pena, no solo absorbiendo esta interesante faceta del conocimiento, sino iniciando sin temor el “experimento” con acciones reales para confirmar que efectivamente, ¡Sí es posible hacerlo!
Con un afectuoso saludo,
El Editor
Elenco de actores y protagonistas de nuestra historia
Margarita Valdivieso del Castillo: Historiadora, escritora y eslabón fundamental de conexión entre las diferentes piezas y episodios de la obra. Adicionalmente, es la exitosa Gerente Comercial de una empresa familiar con sede en USA, dedicada al cultivo de frutas y hortalizas, pero, dentro de un esquema novedoso que identifican como “Granjas Móviles”. Es tátara nieta de Doña Gertrudis del Castillo y Molina.
Doña Gertrudis del Castillo y Molina: Encopetada dama española. Nacida en cuna de alta alcurnia, cuya familia y la de su esposo se “codeaban de tú a tú” con los reyes de la corona en dicho país, de quienes fueron proveedores con telas y paños especiales. Casada con Don Manuel Posteguillo. Para la época de la narración, recién acababa de cumplir los 59 años, pero su traumático estado de salud la hacía parecer una anciana mayor.
El Abuelo Chamán indígena: (Sin un nombre específico en español). Sabio hombre de ciencias naturales, llamado coloquialmente como “El Chamán”. Verdadero experto en botánica, astrología y astronomía, con el conocimiento cultivado fruto de investigaciones propias, complementado por la sabiduría transmitida por el canal “voz a voz” desde sus ancestros precolombinos. Era el “Aldakaldi” de la tribu. (Ver definición más adelante)
La Abuela Chamán indígena: (Sin un nombre específico en español). Sabia mujer experta en la ciencia curativa natural, llamada coloquialmente “La Curandera”. Al igual que su esposo, con un desarrollado sentido de observación y un valioso conocimiento cultivado fruto de investigaciones propias, complementado por la sabiduría transmitida por el canal “voz a voz” desde sus ancestros precolombinos. Era la “Aldakalditsewa” de la tribu. (Ver definición más adelante)
Don Manuel Posteguillo: Exitoso comerciante español, importador de telas y paños confeccionados en Europa; habilidoso sastre especializado en confección de trajes para uso masculino. Casado con Doña Gertrudis y dos años mayor que ella, adoraba a su esposa y daría o haría lo que fuera necesario para recuperarle el estado de salud, la alegría y dinamismo que la caracterizaba y empleaba para el desarrollo incansable de la labor social de su meritoria cónyuge.
Estrella Matutina: Varias evidencias indican que el nombre original de esta protagonista es “Ni mitz tlazohtla nochi noyollo” que en lenguaje Kogui (y en lenguaje Arhuaco) querría decir “Te amo con todo mi corazón” pero que, dada la dificultad para su pronunciación, por recomendación del padre Nicanor, párroco y guía espiritual católico de la época, la bautizaron bajo el nombre de “Estrella Matutina” y así la identificaremos en nuestro relato. Ella es la nieta menor de los “Abuelos Chamanes” en nuestra narración.
Siendo su principal mentor el padre Nicanor, aprendió el idioma español en corto tiempo, lo que le permitió convertirse en “palabrero”, o sea un intérprete oficial entre los “blancos” y su pueblo indígena, interlocutor fundamental para poderse comunicar con los altos directivos y líderes de su tribu.
El Padre Nicanor: Sacerdote Jesuita, cercano ya a los 70 años, de bondadoso corazón y firme defensor de los “pobres” y de los indígenas, a quienes habiéndolos conocido un poco mejor, ya no los consideraba “tan pobres” al entender que la “riqueza” tiene varias formas de manifestarse y hacerse real.
Aunque su formación profesional le permite el dominio y fácil aprendizaje de varios idiomas, se autocalifica como un apasionado botánico y ferviente investigador de las costumbres nativas en la región, puntualizado ello sobre todo en el aprovechamiento de plantas con atributos medicinales y suplementos de alto valor nutritivo.
Habiendo tenido como mentor a uno de sus superiores dentro de la comunidad religiosa a que pertenece, tomó la peculiar idea de implementar la “siembra de las semillas de la fe católica”, asociándola a la aplicación de la “penitencia” resultante del proceso de la “confesión” de la mayor cantidad posible de sus fieles en la parroquia, con una labor útil y altamente productiva que beneficiara a toda la comunidad.
Modifica entonces la idea brillante de uno de sus antecesores de imponer como penitencia la siembra de café en ladera, migrando la iniciativa hacia el cultivo en la parte baja de la Sierra Nevada de Santa Marta de matas de Cacao, que al parecer se desarrollaban mejor con un clima más cálido que el requerido por el café y, para que los fieles residentes en la parte más alta de la montaña no se quedaran sin “penitencia”, se encargó de difundir el cultivo de la Fresa y hortalizas, impulsando más aún la técnica que ya empleaban desde tiempos inmemoriales, la comunidad Kogui residente en dicha zona de la geografía.
Otras piezas y componentes para tener presentes en la historia
Idioma hablado por los indios Tayronas en aquella época: Aunque no hemos logrado encontrar evidencias que demuestren que el idioma original que estos compatriotas hablaban en la antigüedad se conserve, hemos podido averiguar, gracias a los aportes de nuestra principal interlocutora actual, que en aquellos años se utilizaba un dialecto autóctono y particular, con raíces del idioma “chibcha”, que fue introduciendo algunas declinaciones y vocablos nuevos para ir produciendo el nuevo lenguaje identificado como “Kogui”, dialecto éste que se estima lo continúan hablando un poco más de 7.000 personas en la actualidad.
Asimismo, el pueblo que aún en el presente continúa conservando, no solo el idioma, sino también las costumbres ancestrales, se le identifica como “Pueblo Kogui” (aunque también algunos lo llaman “Pueblo Kogi”).
El pueblo Kogui de aquel entonces (época colonial y poscolonial en donde sucede la primera parte de los hechos tratados en nuestra narración) pero, en forma casi idéntica a como sucede en la actualidad, ha tratado de mantenerse lo más alejado posible de la influencia de “los blancos” por considerarnos como un elemento “contaminante” de sus costumbres. Ello les ha permitido preservar, durante muchísimas generaciones, sus amadas costumbres ancestrales.
Abramos entonces una “pequeña ventana” para conocerlos mejor:
El Pueblo Kogui vive en bohíos, que son poblados familiares compuestos por chozas circulares construidas con hojas de palma en su cubierta superior (techo de forma cónica), y una mezcla de bejucos, pasto seco (paja), ramas de madera nativa como el manglar, intercalado todo ello para cubrir las fisuras e intersecciones de la cubierta.
Cabe anotar que este tipo de techo tiene el atributo de aislar la habitación del intenso calor característico de la zona, así como protegerlos de las fuertes lluvias tropicales.
Ya para épocas más recientes, e influenciados por los referentes del “pueblo” en zona urbana, comenzaron a mezclar la construcción totalmente circular, con algunas habitaciones en forma rectangular, pero, empleando los mismos materiales enunciados antes.
La estructura que soporta (aún en la actualidad) dichos techos y logra la consistencia de las paredes, se basa en una columna o eje central y postes circundantes artesanales de maderas rollizas (macizas) y guadua, enterrados en el suelo. Las paredes se elaboran entretejiendo cañas, ramas y bejucos en un sistema llamado “bahareque”, y que, en la mayoría de los casos, se recubren con barro.
Por lo general, para la “población común” los pisos siguen siendo de tierra pisada o simplemente dejados al descubierto natural. Y para los “estratos más altos”, éstos cubren dichos pisos, a manera de “alfombras”, con esteras tejidas con guasca de plátano y algunas otras hierbas nativas de la región.
No se empleaban las puertas que conocemos, sino que solo tapaban la entrada con hojas de palma entretejida en forma tal que les permitiera moverlas fácilmente.
En la actualidad, se dedican principalmente a la agricultura de subsistencia (al igual que en la época colonial y poscolonial), no solamente para alimentarse, sino también como fuente de materia prima para sus preparativos con propósitos curativos, medicinales y solución para otras necesidades básicas como las vestimentas típicas que usan.
Aunque ha venido cayendo en desuso “por extinción de materia”, continúan practicando la caza y la pesca, dándole uso a las pieles de diferentes anímales para la fabricación de mocasines (zapatos) y otros productos de uso doméstico.
Asimismo, dedican parte de su tiempo a la fabricación de artesanías que venden a tiendas en la ciudad de Santa Marta y otras poblaciones cercanas, a través de sus propios “intermediarios” responsables de la labor comercial para toda su comunidad.
Como norma estándar, visten túnicas blancas elaboradas y bordadas por ellos mismos, junto con el uso de hermosas mochilas tejidas con fibras naturales.
Este pueblo posee una organización sociopolítica definida. Existen (al igual que en aquel entonces central de nuestra historia), chozas diferenciadas por género: la nujuétsewa, destinada exclusivamente a las mujeres, y la nujué, para los hombres.
Hombres y mujeres se reúnen cada una o dos semanas para realizar trabajos colectivos, celebrar fiestas o participar en asambleas generales donde se discuten temas de interés común.[1]
Durante la noche, los hombres realizan confesiones y reciben consejo del Aldakaldi (autoridad espiritual masculina) dentro de la choza masculina, mientras las mujeres reciben orientación de la Aldakalditsewa (esposa del Aldakaldi) en la choza femenina.
Toda esta explicación anterior nos pareció conveniente para poder entender mejor el alcance del papel desempeñado por los abuelos de Estrella Matutina, trio de protagonistas en nuestra historia.
Así entonces, el Abuelo (cuyo nombre original desconocemos) era el Aldakaldi del Pueblo Kogui (o Pueblo Tayrona, como se le conoce en el interior de nuestro país), y la Abuela (cuyo nombre original tampoco conocemos) era la Aldakalditsewa en dicho Pueblo.
Sin embargo, para no enredarnos con la lectura y pronunciación de estos vocablos, nada usuales dentro de nuestro léxico mundano y común, los vamos a llamar “El Chamán y La Curandera”, dado el nivel de conocimiento que tenían los dos abuelos respecto a la sana alimentación sin agroquímicos y al arte curativo junto a los tratamientos medicinales de origen estrictamente natural.
No está de más precisar, sin embargo, que esta definición “por conveniencia” que les estamos dando, no es muy acertada pues, no todo Chamán es Aldakaldi o Aldakalditsewa, así como tampoco éstos últimos tenían que ser necesariamente Chamanes. Pero dejemos esto de lado y volvamos a la parte central de nuestra historia:
«Un encuentro afortunado para una historia inesperada», que podrán conocer en el segundo episodio. ¡No se lo pueden perder!
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[1] Texto tomado y transcrito de Wikipedia.